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Bueno, bueno... probando, probando.

Lo difícil de un día fácil son los pensamientos que echamos al mundo, fuera de nuestro ser y cual si fuera vomito de la niña del exorcista o de la Papita cuando comía chicharrón a los 6 meses (obvio no!). Y como somos tan irresponsables, ahí los dejamos flotando como poposita en canal de Venezzia. Ni más ni menos, pinche viaje tan caro y solo para oler apestosidades... jajaja. Pues nada, aquí estoy nuevamente; me limpiaron las lágrimas y me sacudieron las pompitas de tierra y me echaron a jugar otra vez. Me dijeron "¡no llore, juegue!" y ni tarda ni perezosa me estoy aventando en la resbaladilla, mientras todos esperan a que me rompa la madre por el impulso y por la terquedad de dejarme ir por la vida como gorda en tobogán.  Pero no pasa nada, en estos momentos estoy muy feliz. Claro, ahora debo ver tantísimos detalles que antes me valían queso y que por eso ahí me tienen, en el lugar donde estoy: el pantano de la desorganización. No pasa nada, ya dije. Está es una estació

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